Control externo versus interno en el logro de nuestra felicidad.
Culturalmente se nos ha inculcado la idea de que es en lo externo, en lo ajeno, donde se encuentran las claves de nuestro bienestar, de nuestra felicidad. Siempre hay que buscar algo, en alguna parte fuera de nosotros, para procurar la felicidad: el lugar ideal para vivir, la dieta ideal para adelgazar, la persona ideal para que nos entienda, el trabajo ideal para realizarnos… pero, si bien lo pensamos, todo esto no es más que una alineación, un renunciar a nosotros mismos para ponernos en manos de lo circunstancial porque lo cierto es que no es el escenario el que determina la obra sino la acción del personaje. La felicidad no depende de que nos toque la lotería sino de lo que nosotros hagamos, día a día, en medio de nuestras circunstancias; nuestra relación de pareja no depende tanto de que la otra persona nos entienda sino de que nosotros nos esforcemos por entenderla a ella; nuestra autoestima no depende de lo que los demás opinen de nosotros sino de la congruencia entre nuestros valores y nuestras acciones etc. Entonces, la clave del control no está en lo externo, sino en nuestro propio interior. No se trata de salir en busca de tesoros ocultos sino de cultivar nuestra propia riqueza, de abrir nuestro propio camino por espesa que nos parezca la maleza.
La verdadera felicidad está en nuestro corazón (el papa Francisco),